Por Cinthia Baza/Nicolás Parra
Una de las principales iniciativas de Parque Eólico Lebu-Toro es contribuir al rescate de la cultura mapuche. Parte de esa línea de trabajo de la institución se basa en la creación de una serie de talleres de arte y oficio, donde destacan los curso de telar mapuche impartidos en las comunidades aledañas al recinto.
Si bien, la idea fundamental de estas capacitaciones es que las participantes puedan aprender y recuperar este arte ancestral, también se pretende que las asistentes puedan desarrollar nuevas aptitudes y habilidades mediante la creación de tejidos.
Sobre este tema conversamos con Noemí Peña, maestra telarista oriunda de Cañete, quien llegó al Parque en 2015. La profesora sostiene que “las personas, a medida que están en el curso de telar mapuche, van cambiando su manera de pensar, actuar y se valoran como persona. Cada una con el pasar del tiempo, van a recordar y apreciar lo que se les ha entregado”.
En ese sentido, Noemí cuenta que “llegaron personas sin tener noción del telar y ahora tienen nuevas habilidades para tejer. Es un impacto para su vida, porque ellas recién se dieron cuenta de que eran capaces de aprender otras cosas que ellas no sabían”.
“De hecho, que ellas realicen algo con sus propias manos, sin saber antes qué significaba un telar, las marcó. Es un cambio personal para ellas”, agrega.
La creación de estos talleres ha permitido, también, el desarrollo de relaciones entre las participantes, convirtiendo así al telar en un punto de encuentro para las mujeres de la zona. De hecho, la profesora cuenta que las ansias de salir adelante y progresar ha logrado reunirlas durante la semana para practicar y mejorar las técnicas enseñadas por las maestras de tejido mapuche.
En esa misma línea, Noemí apunta que el talento por sí solo no es suficiente, ya que la dedicación y perseverancia son fundamentales a la hora de aprender este oficio. Dichas cualidades se ven reflejadas en la buena calidad de cada uno de las creaciones.

-¿Qué cambios se pueden ver en las estudiantes del taller?
-Ellas han empleado nuevas herramientas. Muchas me dicen que quieren seguir trabajando y aprendiendo, porque esto ya puede ser su nueva fuente de trabajo. Muchas no tiene la posibilidad para crear una empresa, pero esto les da la facilidad para que emprendan desde su propia casa.
Me han sorprendido con sus trabajos y habilidades. Algunas ya están saliendo a vender sus creaciones. Ya están viendo frutos y cuando los ven tienen más ganas de estar realizando las cosas.

-¿Las participantes habían tenido experiencia en talleres similares?
-Sí y se habían quedado con las ganas de hacer algo, porque los cursos tenían poca duración. No aprendieron nada, porque esto requiere práctica. No basta sólo con mirar. La evolución en este taller ha sido tremenda.
¿Estos cursos sirven para mantener las raíces?
Sí, a través del taller de telar mapuche se rescata la identidad y la cultura de esta arte ancestral. El curso es necesario para que este oficio se mantenga en el tiempo y quede un recuerdo y legado para las próximas generaciones.
Venta de telares
Otro de los objetivos de los cursos impartidos por el Parque es que las participantes tengan un ingreso económico mediante la venta de telares. La idea es que las asistentes no sólo aprendan la disciplina y el sentido de este arte ancestral, sino que éste también produzca un impacto en su vida cotidiana.
Pese a que –según relata Noemí- los resultados han sido muy buenos, aún falta que las participantes profundicen sus conocimientos en la comercialización de los productos.
La profesora señala que uno de los desafíos en esta materia es “que tengan más redes de contacto”.
“Hay que ser constante, perseverante, porque ahí verán el fruto de lo que realizaron sus manos”, asegura.
-En líneas generales ¿cómo ve este curso en un futuro?
-Yo lo veo como escuela de arte, mostrar lo que es un arte de oficio. Los talleres son muy interesantes, porque se le va a dar oportunidad a muchas personas para aprender el telar mapuche. Quienes tomen el curso deben aprovechar la instancia, porque casi nunca ocurre. Yo llevo muchos años trabajando y hay que tocar mucho las puertas y nadie las abre, en cambio acá, el Parque nos abrió las puertas antes de que las tocáramos.