La frutilla silvestre o frutilla chilena, lagüeñe y otras varias denominaciones, abundaba y aún existe en sectores como: Purén, Lebu, Contulmo, Carahue, Imperial, etc. donde se le encuentra en estado silvestre, natural, sin ser modificada genéticamente por el ser humano, sin fertilizantes ni ningún tipo de intervención. Lo más probable es que es la misma frutilla que describían y admiraban cronistas hace ya casi 500 años atrás. Hablamos de la frutilla chilena, la frutilla real, aquella que por siglos cubrió los prados de una parte importante de la zona centro-sur del país.
Sin embargo, por alguna razón, esta frutilla fue relegada de la mesa de los chilenos. Fue reemplazada por enormes frutillas traídas desde el extranjero. De un color rojo brillante y disponible seis meses al año a diferencia de nuestra frutilla que entrega sus nobles frutos solo en el tiempo que la naturaleza se lo permite.
Nuestra frutilla es más pequeña que la que conocemos. De color rosado interna y rojo de manera externa. De sabor un tanto distinto al de la frutilla que se comercializa en las ciudades: Como una fresa, dicen los que la conocen bien. Florece en octubre y sus frutos están listos para comer hacia fines de diciembre.
De esta frutilla, los mapuches preparaban una chicha muy apetecida en la época. Pineda y Bascuñán, joven soldado español capturado por los mapuches hacia el año de 1629, describe esta preparación en su libro “Cautiverio feliz”, indicando en diversos relatos de su estadía, lo buena y sabrosa de esta chicha que se tomaba en la mañana o tarde y que era muy común su consumo. También servía de acompañamiento para otras comidas.
Diego de Rosales en su libro “Historia General del Reyno de Chile” contaba que los mapuches tenían platos y jarras de madera de donde bebían y comían. La chicha, hubo de servirse en estas jarras como lo indicara Pineda y Bascuñán “Nácese por estos campos muchas frutillas que es como madroño un poco más larga, en prados, en unas matas pequeñas al ras del suelo. Tienen otras chácaras desta frutilla que cultivan de la cual hacen mucha pasa y chicha para beber”, comentaba por su parte Diego de Ocaña hacia el año de 1600.
Otro cronista, llamado González de Nájera, en el año 1608 señalaba: “Hay una sola fruta de consideración, original de aquella tierra- por extremo vistosa, sabrosa, olorosa y sana, aunque algo flemosa, a la cual se hace agravio con el diminutivo que le dan, llamándole frutilla, por ser como es de tanta excelencia que puede muy bien competir en bondad con la más regalada fruta de España, cuya forma es de hechura de corazón”.
Hasta hace un par de décadas era esta la frutiila que se consumía en esta parte del país. Bastaba salir a los campos y recogerla en los claros del bosque nativo. También se le cultivaba en las casas ya que su reproducción es muy fácil. Basta trasladar una planta y rápidamente se reproduce para formar decenas de otras plantas.
La deforestación y sustitución del bosque nativo, las masivas fumigaciones forestales que se han realizado en la Cordillera de Nahuelbuta y la introducción de permanentes híbridos, han postergado y desmejorado la posición privilegiada que tuvo este fruto en las mesas de los chilenos.

También fue muy utilizada con fines medicinales según cuenta el Misionero y Naturalista Ernesto Wilhelm de Mösbach, la frutilla era ponderada como bien medicinal en todas las partes de la planta. Sus tisanas se usan contra indigestiones , hemorragias y diarreas, también contra las perturbaciones de la vista”. En la misma línea, el Padre Martín Gusinde señalaba que era “Gran remedio para la muger que quiere mal parir porque en bebiendo aquel cocimiento se detiene la criatura y se sociega la madre. Sirve para calmar los dolores de la matriz, la usan mucho como remedio estomacal y fortificante en cansancio, desmayos, etc , también en hemorragias, partos difíciles y menstruaciones alteradas”. Es decir, una planta con muchas utilidades y muy valorada por nuestros antepasados.
A pesar de la indiferencia con que hoy se trata a nuestra frutilla, en dos meses más, nuevamente florecerá en los campos y claros de cordillera y mar. Muy escondida del ganado vacuno – bovino y, alejada del proceso de deforestación para, en diciembre llenarnos de ese rojo intenso que nos hace pensar que el ciclo no se detendrá.