Por Luis Flores Olave, Profesor de Educación General Básica.
Hace unos años atrás, no tanto como para que las personas más antiguas de Curanilahue, que en esa época eran sólo niños no lo puedan recordar, en un fundo ubicado a pocos kilómetros por las riberas del río, aconteció que dos hombres salieron muy temprano de sus casas para ir en busca de frutos silvestres muy apetecidos por todo el pueblo; internándose en el bosque conversaban de diversos temas, hasta que de repente se hizo un profundo silencio en el bosque tanto que ni siquiera se oía el murmullo del viento, de pronto, desde los más oscuro y profundo del bosque empezó a verse una luz muy brillante. Haciendo de tripas corazón, porque estaban muy asustados, se fueron acercando lentamente con el alma en un hilo y muy en su interior cada uno rezando un “Padre Nuestro”.
Al llegar a la luz que casi los enceguecía, pensando quizás que todo era producto de su imaginación, ya que saliendo muy temprano no habían tomado desayuno, grande fue su sorpresa cuando vieron en el interior de una tremenda piedra la imagen de una “virgencita”. Los hombres quedaron un rato como hipnotizados y cayeron de rodillas y empezaron a orar.
Al rato, repuestos ya de la sorpresa se dieron cuenta que la imagen seguía allí, por lo que olvidándose de los frutos silvestres se fueron corriendo al pueblo y contaron lo sucedido, aunque todavía estaban algo confundidos pensando si todo no sería producto de su imaginación, la gente del pueblo poco les creyeron y quisieron comprobar por si mismas lo que este par de amigos habían contado y caminaron hasta el lugar, una vez allí pidieron comprobar que todo era verdad. Las personas se quedaron durante todo ese día para ver que acontecía, pero la imagen no desapareció.
Con el tiempo empezaron a atribuirle un carácter milagroso al lugar; y cada día que iba gente le empezaban a pedir milagros milagros y a hacerle mandas y peticiones a la “Santita de la Piedra”.
El dueño del fundo que era lo que la gente llamaba “Un rico” empezó a molestarle que acudiera tanta gente, porque cada día era mayor la cantidad de personas que acudía a venerar a la “Santita” ya que era muy “milagrosa” y como se dijo, cada día conquistaba más y más devotos así que se molestó muchísimo y mandó a sus peones a cerrar los pasos, también mandó a vigilar los accesos poniendo hombres fuertes y de mal carácter en cada lugar.
Pero todos tienen su recompensa en la vida por sus acciones, y cierto día “el rico” cabalgando cerca del lugar, en su caballo, quiso ver dónde estaba la Virgen, al mirarla, por alguna razón su caballo se asustó y lo tiró al suelo, al caer se quebró ambas piernas y el sintió que nunca más iba a volver a caminar, la sentir tanto y tanto dolor suplicó a la Virgen que lo sanara. La virgencita se iluminó y socorrió milagrosamente al dueño del fundo sanándolo al instante. Tanta fue su alegría que llegando al pueblo reunió a la gente y les contó todo lo acontecido y agradecido, mandó a abrir todos los pasos para el libre acceso de la gente.
Desde aquel hermoso día todo el pueblo empezó a ir casi en procesión a la veneración de la Santa de la Piedra, haciéndose un hábito de los domingos ir a visitarla y darle gracias por favores concedidos.
No se sabe la razón por la que se estableció como fecha de veneración el día del año nuevo. Años atrás en este día los campesinos acudían de remotos lugares y muy de madrugada con toda su familia, en carretas con toldos, formando largas caravanas por el camino de “Las Hortalizas” rumbo a la “Santa de la Piedra”, otros tantos los hacían a caballo o simplemente de a pié. Llegaban al lugar, encendían velas, depositaban dinero, flores, rezaban y participaban en una misa en el lugar.
En los alrededores se construían ramadas, se hacían fogatas, se compartían ricos asados de cordero, que por lo general eran sacrificados en el mismo lugar, se cocinaban además comidas típicas, cazuelas, empanadas, alfajores etc. Todo se compartía. Al atardecer, se armaba una fiesta amenizada por “cantores” con guitarra y acordeón, no faltaban
los corridos y las cuecas, tampoco el trago para hacer el “aro”. Ya muy tarde la gente emprendía el regreso. Por el camino no faltaban las peleas o jinetes a toda carrera persiguiendo a otros y no con buenas intenciones, tampoco faltaban aquellos que querían demostrar su destreza como jinete dedicándose a “remoler” su caballo.
Hoy día los tiempos han cambiado, los campesinos han vendido sus tierras y han ido emigrando a otras ciudades, pero aún de tarde en tarde se puede ver gente que acude especialmente en días domingos a visitar “La Santa de la Piedra” junto a sus familias. También se puede ver algunas plazas de agradecimiento llevadas por devotos de “La Santa” como mudo testigo de los favores concedidos por ella. De su aparición en aquella piedra nunca nadie pudo dar explicaciones, simplemente apareció como un misterioso suceso para bien de Curanilahue y su gente.